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La balada de Bruno S. (1977)


Hay películas que puedo volver a ver una cantidad de veces sin que por eso decaiga el fervor de esa primera vez en que coincidimos y yo fui su espectador. Ya sea por la simpleza de su argumento, la calidad de sus actores o la destreza del director para sumergirme en las imágenes, una vez que estoy frente a esas maravillas del cine (llevado por el zapping y el azar de la programación de los canales de cable) me entrego sin resistencia a lo que ya sé va a depararme esa hora y media que tengo por delante. Esas películas raramente se dan cita en la progresiva decadencia del cable, pero no es imposible que ocurra. Obras como El inquilino (Polanski), El resplandor (Kubrick), Sed de mal (Wells), Taxi driver (Scorsese), Codigo 46 (Winterbottom), La soga (Hitchcock) conforman esa breve filmografía que trae aire fresco (o no tanto) a la televisión paga. El fin de semana pasado, esa sana rareza fue La balada de Bruno S. (Stroszek, en el original) de Werner Herzog.

Uno de los elementos que hace de este film una historia fascinante es la actuación de Bruno Schlierstein en el rol protagónico. Herzog vio a este actor en un documental de 1970, y lo convocó para protagonizar El enigma de Kaspar Hauser (1974), donde interpretó con maestría a un personaje más comlejo que el propio Stroszek. Un breve repaso por su biografía permite comprender por qué su labor resulta perfecta para encarnar personajes extraños, con cierto retraso, mirada esquiva, y reflexiones agudas en medio de la desesperación. Bruno Schlierstein era el hijo de una prostituta que lo golpeaba durante su infancia lo que le dejó una sordera momentánea; y pasó por diferentes reformatorios y hospitales mentales hasta los veinte años. La naturalidad con que desarrolla sus personajes nos hace pensar que Bruno S. no actúa, sino que interpreta la vida de Bruno Schlierstein. Por eso no es casual que Herzog usara en el título del film las iniciales del actor para referirse al personaje, y filmara en la casa del actor las costumbres domésticas del personaje.

La balada de Bruno S. (1977) comienza cuando Bruno sale de la cárcel y se encuentra en un bar con una vieja amiga a quien lleva a vivir a su casa, tratando de mantenerla a salvo de dos matones que la desprecian. Esta decisión origina la violencia de esos dos hombres que encuentran el domicilio de Bruno, y golpean al protagonista y luego a Eva. Una vez que esta situación se hace insoportable, ambos aceptan la propuesta de un vecino de viajar los tres a Estados Unidos, escapando de una forma de violencia física para encontrar otro tipo de crueldad.

Cuando llegan a América, Eva comienza a trabajar en un bar (ella es la única que habla inglés de los tres) pero Bruno y el anciano permanecen desocupados. A pesar de esto, logran comprar una casa que ocuparán por poco tiempo, ya que no podrán pagar las cuotas del crédito y finalmente el Banco remata el inmueble. Eva comienza a prostituirse y decide abandonar a Bruno por un cliente. Empujados por la desesperación de no poder adapatarse a las nuevas condiciones de ese país, Bruno y el anciano llevan adelante un robo con previsibles consecuencias.

Hay dos escenas que permiten comprender aquello que Herzog intenta mostrar con la historia. Una está dada por el momento en que el empleado del banco se presenta en la casa de los protagosnistas para decirles, con una sonrisa en su rostro y una amabilidad decididamente didáctica, que si no pagan las cuotas del préstamo debe llevarse el televisor. Hecho que no se consuma porque Eva desembolsa el dinero que adquirió prostituyéndose. Con la misma actitud se presentará dicho empleado para pedirle a Bruno que firme la orden de remate de su casa. Pero la escena clave del film es cuando Bruno, mostrándole a Eva una escultura sobre cómo se siente, le explica que “están cerrando todas las puertas delante de él y de la manera mas educada posible” a lo que Eva responde que nadie está dándole patadas, y Bruno replica: “No, no físicamente. Aquí lo hacen espiritualmente… Hoy el daño se hace de otra manera. Lo hacen de manera educada y con una sonrisa.”

Este es, a mi entender, el núcleo de la historia, la forma en que los hechos dan cuenta de un tipo de violencia solapada, oculta, que se expresa con la mayor delicadeza posible y que no deja de ser tan efectiva como la violencia física, ante todos aquellos que no comprendan la forma de alcanzar el sueño americano.



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