miércoles

Charles Fourier


Por Pablo Cappana
para Página 12

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Para Fourier, la célula de la sociedad no era la familia, sino una falange de 1620 miembros: un número que resultaba de combinar 810 diferentes tipos de personalidad. La unidad colectiva de vivienda era el falansterio, un enorme monoblock con servicios centrales. En cualquier caso, la comunidad no podía tener menos de 350 miembros, y requería unas 400 hectáreas de tierra cultivable para ser autosuficiente.

Los falansterios debían construirse con materiales baratos. No valía la pena reciclar las grandes construcciones del pasado, como Versalles o El Escorial, que se conservarían como museos de la barbarie incoherente.

Si Fourier conseguía su millón y lograba hacer una convincente demostración práctica, los falansterios se multiplicarían por todo el planeta y la humanidad comenzaría a salir de la incoherencia. Cuando hubiera 2.985.894 falansterios y el mundo contara con una población de más de cinco mil millones (una cifra que entonces parecía loca) llegaría la era de la Armonía, algo que obviamente nos perdimos. La capital del mundo estaría en Constantinopla, donde habría un Congreso Mundial de Falanges, regido por un omniarca. Para entonces, las guerras, las olimpíadas y los mundiales de fútbol serían reemplazados por concursos de chefs y catadores de champán.

Obsesionado con las posibilidades del trabajo organizado, Fourier parecía desconocer el papel de la ciencia y la técnica; ni siquiera sospechaba la existencia de lo que hoy llamamos ecología.

Entre sus objetivos estaba el exterminio de todas las especies inútiles o dañinas, la extensión de las fronteras agrícolas y la colonización de los desiertos. El Sahara podría ser vencido con prepotencia de trabajo. Bastaba movilizar unos diez o veinte millones de trabajadores que, atacando desde los cuatro costados, irían plantando árboles y acarreando agua hasta forestarlo por completo.

Cuando la agricultura se extendiera más allá de los 60 grados N, unos cuatro años después de alcanzar la Armonía mundial, se verían cambios físicos en el planeta. El primero sería la aparición espontánea de una Corona Boreal, que más tarde sería seguida por otra Austral. Fourier tenía una idea bastante fantástica de las auroras boreales, a las que veía como “un síntoma del celo del planeta”, una suerte de copulación cósmica con los astros. Gracias a las Coronas, los polos gozarían de un clima mediterráneo, pero el ecuador tampoco sería demasiado cálido. El agua de los mares dejaría de ser salobre para tomar gusto a limonada y en ella ya no habría tiburones, ballenas, ni pulpos. El hombre ya estaría criando especies animales híbridas para su beneficio.


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