Si resumimos en una ficha clínica la existencia de Dick, encontramos sobrados elementos para un diagnóstico psiquiátrico. Abundan los factores esquizofrénicos, como el trauma de la hermana perdida o el prematuro divorcio de los padres. En su vida hubo cinco matrimonios, cuya duración promedio no llega a los cuatro años, y una serie de dos años para la estabilidad de las parejas que construía.
Veinte años tomando anfetaminas en forma casi ininterrumpida, experiencias circunstanciales con alucinógenos, hipertensión crónica, algunas tendencias al alcoholismo, alucinaciones auditivas desde la adolescencia, una crisis confusional, dos intentos de suicidio, un mes de internación psiquiátrica y muchos años de terapia en instituciones públicas: el todo, culminando con una muerte tan prematura como su nacimiento, a los cincuenta y cuatro años.
El más cuteloso de los profesionales que examinara una historia clínica como esta no diría que se trató de una muerte imprevisible, sino de un deterioro progresivo, agravado por tendencias suicidas. Pero le resultaría difícil explicar su prodigiosa creatividad, el sentido del humor con el cual era capaz de mirarse a sí mismo, y su cordialidad, que testimonian todos los que lo conocieron. Resulta casi milagroso que una persona tan enferma haya podido cosntruir una obra tan rica, exorcizando sus propias obsesiones y evitando por años la desorganización mental, sin acabar prematuramente en una institución psiquiática.
Pablo Capanna, Philip K. Dick, 1995
Leí Valis de Dick. me gustó mucho. Y de vos leí El común olvido. También me gustó.
ResponderEliminarMuchas gracias.
Yo no soy Silvia Molloy. Simplemente uso un nombre para firmar mis entradas que coincide con su apellido. Pero Ud. está en un error si piensa que soy una mujer.
ResponderEliminarSAludos