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El fisulado que vive


En el prólogo de 1957 a Operación Masacre, Walsh cuenta que su investigación comienza cuando se entera que hay “un fisulado que vive”. Juan Carlos Livraga es el sobreviviente de los fusilamientos ilegales que se hicieron en José León Suarez en 1956, durante la Revolución Libertadora. De acuerdo al relato de Walsh, Livraga fue detenido junto a un grupo de personas sospechadas de querer hacer una contrarevolución para instaurar a Perón nuevamente en el poder. Si bien esa contrarevolución que no prosperó tuvo lugar la noche del 9 de junio de 1956 y sus líderes fueron soldados fieles al General, el grupo de personas detenidas con Livraga en la casa de Florida no formaba parte de ese plan. No obstante, luego de pasar varias horas detenidos, se aplica la ley marcial y todos los detenidos el día anterior son fusilados, sin juicio previo, ya que se les aplica retrospectivamente esa ley pronunciada un día después de su detención. Livraga sobrevive porque, tras recibir un disparo que le desfigura el rostro, se hace pasar por muerto y logra escapar del basural de José León Suarez. Logra llegar a un hospital donde lo asisten y permanece varios días internado, ya que los médicos ocultan su identidad para que no lo reclame la policía. Su testimonio es esencial para que Walsh pueda reconstruir los hechos ocurridos durante la noche del 9 de junio del 56.

En estos días, la historia del fusilado que vive vuelve a tener lugar en la Argentina con algunas diferencias y ciertas similitudes. El viernes 10 de diciembre, un grupo de personas toma el Parque Indoamericano en Villa Soldati. Como consecuencia de la represión policial para desocupar el parque, mueren tres personas. La prensa informó de un cuarto muerto, en base al testimonio de un médico del Same. Alberto Crescenti, titular de la entidad, aseguró que estaban socorriendo a un herido cuando un grupo de personas lo bajó de la ambulancia para darle una golpiza y rematarlo de un disparo en la cabeza que le habría provocado su muerte. Sin embargo, el cadáver de la cuarta víctima no aparecía en la morgue de ningún hospital municipal y era imposible confirmar su deceso.

Ayer se supo que la cuarta víctima se llama Johnny Morales, tiene 22 años, es boliviano, y es el nuevo fusilado que vive. Morales recibió un disparo en el rostro, como Livraga; ambos tienen el proyectil alojado en el cráneo. Morales estuvo internado varios días en el Hospital Santojanni; Livraga también recibió asistencia médica en un hospital donde permaneció oculto hasta ser detenido nuevamente. Morales fue baleado en el sur de la Ciudad de Buenos Aires, Livraga en el norte de la Provincia de Buenos Aires. Morales recibió un disparo en un descampado, Livraga en un basural. Livraga es una víctima de la represión militar de un gobierno de facto; Morales es víctima de la represión policial de un gobierno democrático. Livraga partió al exilio luego de quedar absuelto por los hechos que se le imputaban. Morales pide ahora que Evo Morales responda a sus reclamos para retornar a su país. Las diferencias entre Macri y Aramburu para acceder al poder son muchas, pero ambos representan los intereses de su clase, la derecha argentina. Resulta curioso que entre algunas semejanzas y otras diferencias, la derecha vuelva a tener otro fusilado que vive 46 años después de la Revolución Libertadora.


La máquina de pensar en Gladys

Antes de acostarme hice la diaria recorrida por la casa, para controlar que todo estuviera en orden: la ventana del baño chico, al fondo, estaba abierta –para que durante la noche se secara la camisa de poliéster que me pondría al día siguiente–; cerré la puerta (para evitar corrientes de aire); en la cocina, la canilla de la pileta goteaba y la apreté, la ventana estaba abierta y la dejé así –cerrando la persiana–; la lata de la basura ya había sido sacada fuera, las tres llaves de la cocina eléctrica estaban en cero, la perilla de control de la heladera marcaba 3 (refrigeración suave) y la botella empezada de agua mineral tenía puesto el tapón hermético, de plástico; en el comedor, el gran reloj tenía cuerda para algunos días más y la mesa había sido levantada; en la biblioteca debí apagar el amplificador, que alguien había dejado encendido, pero el tocadiscos se había apagado en forma automática; el cenicero del sillón había sido vaciado; la máquina de pensar en Gladys estaba enchufada y producía el suave ronroneo habitual; la ventanita alta que da al pozo de aire estaba abierta, y el humo de los cigarrillos del día se escapaba, lentamente, por ella; cerré la puerta; en el living hallé una colilla en el suelo; la deposité en el cenicero de pie, que la sirvienta se ocupa de vaciar por las mañanas; en mi dormitorio le di cuerda al despertador, comprobando que la hora que indicaba coincidía con la del reloj pulsera en mi muñeca, y lo puse para que sonara media hora más tarde a la mañana siguiente (porque había decidido suprimir el baño; me sentía un poco resfriado); me acosté y apagué la luz.

Por la madrugada desperté inquieto, un ruido desacostumbrado me había producido un sobresalto; me ovillé en la cama y me cubrí con las almohadas y me puse las manos en la nuca y esperé el final de todo aquello con los nervios en tensión: la casa se estaba derrumbando.

Maro Levrero, La máquina de pensar en Gladys

miércoles

30 años sin John


John Lennon
9/10/1940 - 8/12/1980